viernes, 24 de septiembre de 2021

DIARIO DE UNA ESCRITORA RURAL- LA BIBLIOTECA

 

Desconozco si los sueños tienen caducidad. Este, el de llevar una biblioteca pequeña, puede que sí. El tiempo tiene la palabra. El tiempo, las circunstancias, las ganas.

La lectura, dicen, lleva a la escritura. Los libros, la sensación de abrigo que producen, llevan a querer rodearse de ellos, de las palabras que contienen, de las historias que nos han hecho sentir que hay otros mundos distintos al que vemos a diario.

Me gusta, disfruto estando en esta habitación. Los libros no hablan en voz alta, dan paz. Algunos días me da tiempo a escribir o corregir si no viene nadie. Las ventanas dan a un espacio grande, un campo de fútbol, donde juegan los jóvenes, donde ligan, fuman y hacen lo propio de su edad. Hay árboles que dan sombra en verano y, si hay brisa, acompañan con su melodía.

Tengo una media de diez lectoras. Este verano, por suerte aumentó el número. Ahora está todo parado. En los pueblos el tiempo se mide por el trabajo del campo, por las cosechas. Y ahora es tiempo de vendimia. Cuando acabe, regresarán, como las aves que migran. Y volveremos a hablar de las lecturas que nos gustan, las que no. 

Nadie me obliga a estar aquí, nadie me ha presionado para que me haya encargado de una actividad que no siempre está bien considerada. Hay mucha gente que no lee. Me han llegado a decir que, igual que a mí me gusta leer, a ellas les gusta ver culebrones turcos. Todos somos libres de escoger nuestras debilidades.

También es cierto que, algunas veces, la menos, me siento desamparada. La biblioteca está un poco alejada del núcleo urbano (en el caso de una aldea, ese núcleo no es inabarcable). No hay ningún cartel que indique su ubicación, como sería el caso de una farmacia o el horno del pan, o la carnicería. Una biblioteca no está incluida entre los productos de primera necesidad. No para mí, claro.

Todo se andará. En este momento, hay 1.050 libros. Una cantidad considerable teniendo en cuenta que todos han sido donados. No hay presupuesto para comprar novedades, ni libros de segunda mano. Hay que lidiar con lo que hay. Hasta con el olvido de aquellos que la impulsaron.

Y con lo que hay, hemos podido hacer charlas con autoras, una presentación y alguna más que vendrá porque, en el fondo, las lectoras tienen ganas de conocer a la persona que hay detrás de ese nombre de la portada. 

Lo que siempre queda es la satisfacción de que alguna de las lectoras te den las gracias por acercarles los libros. Eso compensa cualquier momento de desesperanza. 

He de poner algún ambientador para quitar el olor a cerrado. 





 


1 comentario:

  1. Has puesto en esta biblioteca mucho corazón. Eso se nota. Me recuerdas a la protagonista de "La librería" (Isabel Coixet, 2017). No olvides que no estás sola en esto del amor por los libros.

    Un abrazo.

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