viernes, 7 de abril de 2017

Para El bic naranja- Los viernes creativos

No sé cómo consigues hacerlo, pero siempre me engañas. Me convences para hacer una excursión. Da igual que sea la playa como la montaña, suave o agreste, solitaria o concurrida. Tú desapareces. Me dejas sola en medio de esa nada que es el mundo sin tu presencia. Intuyo que te conviertes en piedra, en arena, en concha de mar, en musgo. 
El otro día, en ese paraje desértico que a ti te recordaba al del Señor de los anillos. Cualquier excusa es buena. Sigo esperándote. Aunque no te echo de menos como las otras veces. 
Debo reconocer que Frodo es muy divertido.



domingo, 2 de abril de 2017

MICRORRELATOS PUBLICADOS EN NARRATIVAS



Era un día de esos

La luz apacible. Tímida. El aroma del primer café de la maña­na. La contemplación del inicio de la vida en las calles del barrio. Los sonidos familiares: la salida apresurada de la vecina con los niños. El ladrido afónico del perrillo de Carmen. El chirrido de los hilos del tendedero de la del quinto. La primera llamada para entrar al colegio de la esquina. «Do-mi-sol-do. Do-sol-mi-do». El mismo acorde que suena en el teatro antes de comenzar un con­cierto. Esos momentos de soledad calmada.
Era, sí, un día de esos que apenas duraban, que se repetían escasamente. Uno de esos en los que ella no salía de casa, que gus­taba de permanecer envuelta en el silencio, sin escuchar la radio, ni ver la televisión, hasta la tarde.
Un día de esos en los que la luz va dando paso a una penumbra angustiosa, lentamente, como un collar frío de perlas que ahoga el cuello, hasta que el silencio se rompe de manera abrupta con el ruido de una llave en la cerradura.


Canguros

Ahí están, sentados en el sofá desde hace un par de horas. Mo­hínos, con la mirada gacha, incapaces de pronunciar una sola ex­cusa, asintiendo atónitos a las agrias palabras de su hija.
Que si la sopa estaba caliente, que si la siesta, que si no tenéis cuidado con el columpio. Un caudal de reproches. Se miran sin comprender qué ha sido de aquel rostro angelical, de aquella son­risa luminosa, de aquella niña que parecía tan dulce y cuyas fotos están repartidas por toda la casa. Y recuerdan sus desvelos, sus cuidados, su dedicación.
Observan temerosos a ese pequeño energúmeno, ese calco que ya les amenaza con el biberón.


La nevera de Sor Asunción

Es un bendito. Ni la propia madre lo ha escuchado llorar desde que lo parió. Mañana le daremos el alta. Ella saldrá por una puerta y los Pérez-Anglada entrarán por la otra. Rezaré para que un día llegue a ser médico, militar o arzobispo. A la madre le hemos di­cho lo de siempre, la letanía de los angelitos. Algunas descreídas solo se tranquilizan cuando sienten el helor entre sus brazos.



Canción de cuna

La madre mecía al niño en una de esas cunas de mimbre que se sujetan a un arco y el capazo queda suspendido en el aire. La cria­tura sonreía. Unos graciosos hoyuelos, como los de su padre, se marcaban en sus mofletes. Entornaba los ojos y los volvía a abrir. En cada vaivén veía el rostro perfilado de su madre.
En cada vaivén, un cosquilleo en el estómago le hacía encoger las piernas, como si viajara por una carretera llena de baches.
El techo se cubrió de estrellas. Vio la luna como si se reflejara en un cristal. Agitó las manitas en un intento de aferrarse a un objeto concreto.
Algunas noches aún se escucha un llanto desolado en el firma­mento.



Loca


Solía sentarse sobre el alféizar de la ventana, frente al balcón de mi casa. Blanca y etérea como si aguardase un soplo de viento que la llevara lejos. Con el tiempo, se convirtió en un elemento decorativo de la fachada. Y dejé de prestarle atención para ocu­parme de otros asuntos más novedosos. Sin embargo, un día un jilguero azul se detuvo a su lado. Cada mañana regresaba junto a ella. Días después me pareció observar que la piel de la mujer iba adquiriendo tintes cerúleos. Mis sospechas se confirmaron a las pocas semanas. La mujer se posó sobre el alféizar, agitó las alas y se elevó hacia el cielo. El jilguero quedó inerte junto a su ausencia.


 



THE KISSERERS

Se encontró con la propaganda al abrir la puerta de casa. Se agachó. La recogió dispuesta a tirarla a la basura, sin embargo…
«Sabemos que es usted una mujer romántica, que los fines de semana ve varias películas en la televisión de pago. Que llora de emoción, con el regazo rebosante de palomitas y babas, con los besos que el protagonista –siempre un apuesto galán del cine ame­ricano en blanco y negro– le da a su chica. Esa chica que usted as­pira ser. Sabemos que es usted tímida, tanto que roza la estupidez. Y que con estas características ningún hombre se lanzará a besarla como usted desea.
Sabemos que esto, su afición a los besos románticos, de torni­llo, con los ojos entornados, de ensueño, es su inconfesable secre­to. Cree que está sola, que no hay nadie en el mundo que sienta como usted, nadie que comparta su anhelo.
Queremos decirle que está en un error. Y que todo tiene solución.
Somos el grupo internacional de coaching The kisserers. La mayoría de nuestros coachers han sido alumnos de la famosa aca­demia Kiss screw de Hollywood. Todos ellos poseen amplios co­nocimiento de las herramientas necesarias para lograr su objetivo personal.  En nuestra página web: internationalkisserers.org encontrará la persona adecuada, tanto si sus inclinaciones se dirigen hacia un hombre o hacia una mujer.
Si usted, finalmente, decide ponerse en contacto con nosotros podrá escoger la facilidad de pago que más le convenga. Tenemos un bono semanal, con preferencia de viernes o sábado, uno men­sual, uno trimestral y uno anual.
No lo piense más. Visite nuestra página web. Y realice su sueño más íntimo.
En el hipotético caso de que nuestra oferta no fuera de su agrado, más tarde, cuando vea de nuevo una película romántica y añore esos besos atornillados que adormecen las lenguas de los protagonistas, que le jodan.


Caza menor


Sonreía mientras lo veía correr espoleado por el pánico.
El eco aplaudió su puntería. Satisfecho, recogió de boca de su lebrel un pedazo de tela de rayas.




MICROSAURIOS REUNIDOS - Barberà del Vallés