A Rosario Raro
Es un bendito. Ni la propia madre lo ha escuchado llorar desde que lo
parió. Mañana le daremos el alta. Ella saldrá por una puerta y los
Pérez-Anglada entrarán por la otra. Rezaré para que un día llegue a ser médico, militar o
arzobispo. A la madre le hemos dicho lo de siempre, la letanía de los
angelitos. Algunas descreídas solo se
tranquilizan cuando sienten el helor entre sus brazos.
¡Qué libro tan extraordinario, Elena! Eres una gran maestra de los microrrelatos.
ResponderEliminarMuchas gracias Isabel, siempre tan generosa conmigo. Un abrazo bien grande
EliminarDar voz a los que no la tienen forma parte de nuestro oficio. Uno de mis preferidos del libro.
ResponderEliminarUn abrazo.