Teorema de la vida
Dos saleros.
Dos servilletas. Una foto romántica.
Un calcetín
desparejado. Un yogur caducado. Una patata grillada. Una camisa con una mancha
de carmín.
Un plato de
plástico en el fregadero.
Una botella
de leche caducada.
Un calzoncillo
en un rincón del dormitorio.
Un marco de
fotos vacío
La pátina de
polvo sobre el piano
La música
del silencio
Acompañando a los conquistadores que llegaron a
las tierras que más tarde conocimos como América, iban unos hombres rudos con
faldas largas.
Éstos, horrorizados por el comportamiento de
los nativos, les conminaron con amenazas a que desistieran de realizar ofrendas
humanas a sus dioses y las cambiaran por rezos al único dios que existía, ese
hombre crucificado que llevaban colgando sobre su pecho.
Los indios, cansados de tantos sermones en una
lengua áspera y desconocida, se reunieron en consejo. Tras largas
deliberaciones invitaron a los hombres rudos a una ceremonia. Estos, convencidos
de su victoria moral sobre los infieles, aceptaron.
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