Adoro
la oscuridad. Y bajar las escaleras y percibir la inquietud de los vecinos. Y
el olor de los sueños ajenos. El aroma del miedo: dulzón e irresistible.
Los
niños me sonríen. Aún son capaces de percibir lo extraño y sus padres les
preguntan que si tienen un amigo invisible.
Esta
noche voy a entrar en el quinto. Esa casa fue la mía. Son nuevos y nada saben. Tienen
gemelas. Indistinguibles. Y duermen en mi habitación, donde todo sucedió, donde
queda el recuerdo. Presiento en ellas ese fondo inquietante que tanto me gusta.
Creo que nos vamos a divertir.
Microrrelato finalista (reciclado) para el concurso del Ayuntamiento de Godella.
(Imagen tomada de internet)
Sublime, como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.